Nueve meses antes de Navidad y de la celebración del nacimiento de Cristo, la Iglesia católica conmemora la Anunciación, es decir, el anuncio que el ángel hace a María del próximo nacimiento de Cristo.
Pero en Lourdes también celebramos un acontecimiento que cambió la vida de la pequeña ciudad de 4.000 habitantes en 1858…
Programa del 25 de marzo en Lourdes
La víspera por la tarde:
20.30: Rosario de las antorchas
El 25 de marzo:
8.00: Misa en la basílica de la Inmaculada Concepción
10.00: Misa en la basílica de San Pío X en recuerdo de la dedicación de la basílica por el cardenal Roncalli y presidida por Mons. Jean Marc Micas, obispo de Tarbes y Lourdes.
11.15: Misa en español en la Cripta
12.00: Ángelus en la Gruta y evocación de la aparición.
14.00: Posibilidad de hacer el gesto del agua
16.15: Rosario en la Gruta y evocación de la aparición
17.15: Adoración y bendición de los peregrinos
20.30: Rosario de las antorchas
25 de marzo de 1858, decimosexta aparición
Durante las tres semanas de su ausencia, en una calma que a los oficiales les pareció de buen augurio, Bernardita se envuelve en el silencio. Sin embargo, la fiesta del día siguiente suscitó una discreta esperanza; los que estaban convencidos de que era la Santísima Virgen la que se había aparecido a Bernardita pensaron que bien podría manifestarse para su Anunciación.
¡Sorpresa! El rumor que circulaba desde hacía una semana había atraído a varias decenas de personas.
La muchacha blanca está allí, fiel a la cita que ha concertado sólo para Bernardita. A la alegría de las demás apariciones se añade el sabor de una amistad reencontrada tras una larga ausencia.
Tras varios intentos de Bernardita por formular una frase que había aprendido de memoria y no retenía, la visión revela por fin su nombre: «Levantó los ojos al cielo, uniendo las manos, que estaban extendidas y abiertas hacia la tierra, en señal de oración, y me dijo: “Que soy Inmaculada Councepciou”». Bernardita echó a correr y repitió una y otra vez por el camino las palabras que no entendía.
Estas palabras turbaron al buen sacerdote. Bernardita no conocía esta expresión teológica para referirse a la Santísima Virgen. Cuatro años antes, en 1854, el Papa Pío IX la había convertido en una verdad de la fe católica (dogma de la Inmaculada Concepción).